lunes, 27 de diciembre de 2010

Greyish




Gris. No había distinción de color entre el cielo nublado y el de las piedras entre los raíles.
Sin desentonar, la sustancia gris de su cabeza estaba en plena ebullición. Observaba los días pasar, lejos, casi sin darse cuenta. Una cuenta atrás, como las millas que me separaban de su destino del tren, que cada vez se acortaba más.
Salía de allí, con el ceño fruncido y unas ganas locas de patalear y de gritar. -Y es que a veces no podía evitar no odiarle, quizás porque no le gusta depender tanto de alguien o porque quizá el monstruo verde se cernía sobre ella.- Después seguía con los cascos puestos, pero aumentaba el volumen, no quería oír nada, deseaba encerrarse en su habitación, y convertir su cuerpo en cascada para, así, alejarse un poquito de ese mundo que le ahogaba. Caminaba rápido, a veces corría tramos cortos y entonces la gente del andén la miraba extrañada.

domingo, 26 de diciembre de 2010

sweet breakfast



Algunos días por la mañana, Paulita se quedaba allí sentada en la mesa de la cocina, esperando a que viniese de su guardia nocturna en el hospital.
Entonces, sabía que depositaría un suave beso en su cuello, y notaría su cálida respiración, y ya daba por supuesto que acto seguido se estremecería y cerraría los ojos.
Entonces lo vería dejar su abrigo en el aparador de la entrada, se aflojaría la corbata y se preguntarían por el día.
Y allí se quedarían, sentados en la mesa de la cocina hablando de cosas banales y tomando un vasito de leche caliente mientras él juguetearía con algún mechón de su pelo, deslizando sus dedos entre los rizos castaños.

Porque a Paulita le encantaban esas cosas, cosas que su novio las tomaba por tonterías, y él se lo decía, "mi pequeña problemática". Y ella sacaba un poquito de su orgullo y hacía como si se enfadara. Ponía cara de enfadada, como la de los niños pequeños, pero no conseguía mantenerla ni dos segundos, el tiempo que veía que él la miraba con cara divertida.

domingo, 5 de diciembre de 2010

palomitas



También cabía la posibilidad de que un día me dijese te quiero, pero uno de los de verdad, de los que, encima, te dejan sin aire. Y claro, sin aire, tuviera que ser reanimada, como dios manda, con el beso más tierno que tiene en su poder.
Lento, muy lento y suave. Si haces eso, te prometo que te daré un beso, donde más me gusta, en la nuca. Pero entonces, si oliese tu olor fresco, te juro que me volvería a caer. Me daría fuerte contra el suelo, y entonces tú me volverías a reanimar. Y yo me dejaría cuidar, y así estaríamos: Tú cuidándome y yo perdida en tí.
Acurrucados bajo muchas mantas en los gélidos días de invierno, viendo, o haciendo como que vemos, una peli que venía con el Público. Pero sabes, yo solo tendría ojos para tí. Haría caminar mis dedos sobre tu espalda, porque te aseguro que te gusta, fuerte o suave, y de vez en cuando, en las pecas, dejaría un beso y entonces, mi vello, no el tuyo, se erizaría.