Caminaba...
Sin un rumbo fijo entre sendas de un bosque caducifolio.
Podía escuchar y sentir el crujido de las hojas secas bajo sus pasos...
El cielo gris proporionaba el elemento perfecto para una vista propia de otoño.
Suspiró largamente y una timida sonrisa se dibujó en su rostro.
Continuó su ritmo.
De repente todo se iluminó...
Seguido de ésto: un trueno.
Comenzó a llover.
Alzó a la cabeza y miró al cielo mientras su mano seguía sujetada por la de su acompañante...
Cerró los ojos un instante.
Su largo pelo castaño comenzó a perlarse con pequeñas gotas. Se puso la capucha.
Caminaron juntos, sin soltarse, hasta refugiarse en un pequeño refugio en la roca.
Pasados unos minutos, paró de llover.
Salieron del refugio, a sus pies se extendía un hermoso valle policromado con tonos marrones, anaranjados, ocres y amarillos.
Por encima de todo ello: el arcoiris.
Inspiró profundamente. El olor a tierra mojada penetró por sus fosas nasales, proporcionándole una apacible sensación de bienestar.
-Cómo puede existir algo tan bonito?- preguntó a su acompañante, mientras, observaba abstraída todo lo que su vista abarcaba.
-No lo sé...-embobado- Tendré que preguntarle a tu madre...
Giró la cabeza para mirar a su acompañante, éste la miraba a Ella.
Y entonces supo que aquella mañana, el arcoiris no sólo había salido en el cielo.