lunes, 30 de mayo de 2011

chaos

Podría hacer una tesis, una de relaciones. Y que conste que lo tengo comprobado. ¡Y tan comprobado! Yo diría que es un método empírico, casi científico, aunque de locos.
Veréis, el problema de algunas relaciones -cualquiera que implique algo de cariño- es dar todo por sentado, confiar todo en esa persona y pensar en estar cerca eternamente. Costaría volver a hacerlo: han sido ya demasiadas personas.
De hecho, hay personas que van un tiempo tan paralelas, que al final tienen que ser perpendiculares: chocan con la realidad -o algo ajeno choca contra ellas- y ya no hay vuelta atrás. Se dan de bruces y se convierten en un baile de máscaras, de miradas furtivas y de pobres conversaciones banales.
Luego hay otras, unas que saben lo que ocurre en su mente, y casi también en la de la otra persona, y ambas coinciden, pero no se atreven a decirlo. Son demasiado orgullosas, o miedosas, para decírselo. Y entonces se enquistan; se convierten en horribles verrugas, pero de las peores, de esas púrpura con pelillos.

domingo, 29 de mayo de 2011

darlin'

¿Sabes? Has llegado en el momento justo. Cuando ya empezaba a agobiarme por el aire viciado de mi vida. Y has abierto las puertas, de par en par, con esa risa fácil y esa sonrisa  fresca capaz de iluminar un día nublado.
Y ya te los has ganado a todos, y yo a algunos solo los conozco de vista. Y ya me has sacado la frase, de una manera pura y sincera.
Solo espero que me ayudes, que seas tú quien me vuelva menos loca y más segura. Sobre todo eso: segura. Que cubras mi piel con la tuya y que hagas que algunas cosas resbalen por ella sin que me ataquen.



Quiero todo aquello y más, pero si eres tú.

miércoles, 4 de mayo de 2011

caracoles



Marta le observó con una expresión divertida: se ponía muy gracioso cuando sorbía los caracoles y también cuando, con un palillo, intentaba sacar la molla. Ella tenía unas aspiraciones parecidas, pero no con el caracol, precisamente.
"Me estas volviendo loca y aún no te has dado cuenta", pensó, toqueteandose el pelo y creando rizos en su melena pelirroja.
Fruncía el ceño cada vez que comía caracoles, y le salían unos hoyuelos encima de las cejas, unos que ella pensaba rellenar luego a base de besos. Pero lo mejor de todo era cuando la pillaba mirándole, entonces dejaba el caracol a medio camino entre el plato y su boca y soltaba un simple "¿Qué?". Y ella se hacía la dura, escondía la mirada de boba y hacía como si nada, pero protestaba diciendo "que no sorbas así, ¿no sabes que te puedes tragar un caracol y ahogarte?, ¡¿y entonces yo que hago?!".
Y después él la miraba, con absoluta adoración, aportando aún más brillo en sus ojos color miel, que dilataban la mirada y se achinaban por culpa de la vergüenza de saberse descubierta.