sábado, 13 de febrero de 2010

Blanca prosopopeya.



El cielo es blanco, afuera nieva.

Los copos caen con gran ligereza, algunos balanceándose en el aire, moviéndose en un vals al compás de sus compañeros para, finalmente, posarse suavemente en la fría superficie de la tierra, esperando para ser engullidos por ésta. Otros muchos, pasan como albinas saetas, para terminar estrellados contra el suelo. Cada uno de ellos es dueño de sí mismo, aunque su cuerpo no les pertenezca. Están condenados a caer, la vida lo quiere así. Son como personas.

Personitas racionales, que viven la vida asumiendo y superando sus contratiempos, de un lado a otro del mundo, apoyándose en la gente que les rodea. Por otra parte: los kamikaces, pobres que no han sabido ir frenando, perdidos en una espiral de la que no supieron salir.



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