Quiero que me gane poquito a poco -muy segura ella- a base de besos, muchos, abrazos, caricias y algún que otro polvo- Todo esto lo decía mientras fregaba los platos y se le empañaban las gafas por culpa del vapor del agua caliente.
¿Saben, señoras?- hablándole a la fila de botes de especias colocados encima de la encimera- es precioso. Bueno, no es que sea muy guapo, más bien es algo feo, un poco alto y desgarbado, pero a mi me encanta. No le quiero, claro que no, en una semana yo no hago esas cosas, eso de enamorarme. Pero me provoca ternura, la veo en sus ojos verdes, esos que aún tras unos gruesos cristales son los más bonitos. Y ahora más tarde vendrá, lo he dejado durmiendo en mi cama, si, claro que ha pasado la noche allí, follamos como locos, es lógico. Pero ese es el tema, que solo es eso, un amigo con derechos sexuales. Es práctico y divertido, demasiado.
Dejó de fregar y se fue a revisar como iba la torta que había dejado en el horno. Se agachó y se asomó dentro, aún le quedaban unos minutos. Pero se quedó allí,con su nariz a escasos milímetros del cristal de la puerta, con la tensión de quemarse que le gustaba sentir, creyéndose en serio peligro. Era grave eso de acabar la nariz chamuscada y enrojecida.
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