Era una sensación rara. Y a Amelia le encantaba.
Era a la vez, el gusto de estar medio bebida un martes a las dos de la madrugada, y también lo era el hecho de sentir un cosquilleo en el estómago, y entre los muslos, cada vez que pensaba en ti, pero eso sólo lo decía cuando iba trompa perdía' y claro, luego por la mañana no lo asociaba bien.
Pero bueno, el hecho de todo esto es que andaba perdida, como casi siempre, igual de despistada. Contando los pasos, las naranjas del frigorífico y los platos del fregadero, todo ello para que volviese a ser la de siempre. Por eso bebía entre semana. Y los demás días también.
A la mañana siguiente abrió la ventana, haciendo que se esfumaran las legañas, y los inmundos olores que hacían de aquella habitación una pequeña destilería. El cielo de aquel día olía a aquella canción que narraba parte de su actual vida: "I hate you but I love you". -Una preciosidad, para que negarlo.
Se dirigió a la cocina, y por el pasillo cambió de olor, ese también le gustaba, era más afrutado, y tenía vitamina C, y Z también. Saludó a su vecina, la mujer que vivía justo en frente de su casa y que saludaba por la ventana de la cocina. Se le notaban las ojeras, pero aún así, estaba muy bonita, y se lo dijo, le dijo que aquella mañana estaba muy bonita y ella le respondió con una sonrisa, mellada, pero sincera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario